martes, 20 de mayo de 2014

El perro y los botines, por Carlos Orellana -4to


Una familia había adoptado un perro de la calle, pero el hijo menor no lo quería porque prefería tener unos botines para cancha de once. Van pasando los días y llega el cumpleaños del chico. Había cumplido diez años. Abre los regalos. Al llegar al último ve que son los botines que tanto quería y se pone muy contento. 
Pero esos botines no eran comunes, tenían unos poderes extraños que hacían jugar bien a quien los use. El hermano mayor se los pone al perro y lo llevan a pasear. Entonces, le tiran una pelota al perro con los botines mágicos puestos y empieza a hacer jueguitos con ella. Casualmente estaba el entrenador de Boca Juniors, que vio lo que había hecho el perro y se acercó a hablar con la familia. Les dice que si el perro jugara un partido amistoso contra River sería un evento inolvidable y que saldrían en todos los medios de comunicación. La familia lo piensa y aceptan que el perro juegue el partido por una conveniente suma de dinero.
Llega el gran día, la cancha repleta y hasta en el más olvidado de los bares hay al menos medio centenar de personas reunidas frente al televisor, ansiosas por ver las virtudes deportivas del can. El perro entra a la cancha con los demás jugadores. El día es óptimo, la gente grita, el perro levanta la cabeza orgulloso. La primera pelota se acerca a él y de inmediato empieza a pasar a todos los jugadores de River. Mete el primer gol y todos los hinchas enloquecen de alegría. Sacan de nuevo. Esta vez, por un descuido de la defensa xeneize, el partido queda empatado. El perro retoma la iniciativa y no  da tregua ni espacio al equipo visitante para organizar una nueva ofensiva. Los goles no faltan. Llega el final del partido. La gente invade el campo de juego. El resultado: cuatro a uno. Una impecable victoria que sienta un precedente. La primera hazaña del perro maravilla y sus botines mágicos.

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