Una familia había adoptado un perro de la calle, pero el hijo menor no lo quería porque prefería tener unos botines para cancha de once. Van pasando los días y llega el cumpleaños del chico. Había cumplido diez años. Abre los regalos. Al llegar al último ve que son los botines que tanto quería y se pone muy contento.
Pero esos botines no
eran comunes, tenían unos poderes extraños que hacían jugar bien a quien los
use. El hermano
mayor se los pone al perro y lo llevan a pasear. Entonces, le tiran una pelota
al perro con los botines mágicos puestos y empieza a hacer jueguitos con ella. Casualmente estaba el entrenador de Boca Juniors, que vio lo que había hecho el
perro y se acercó a hablar con la familia. Les dice que si el perro jugara un partido
amistoso contra River sería un evento inolvidable y que saldrían en todos los
medios de comunicación. La familia lo piensa y aceptan que el perro juegue el
partido por una conveniente suma de dinero.
Llega el
gran día, la cancha repleta y hasta en el más olvidado de los bares hay al
menos medio centenar de personas reunidas frente al televisor, ansiosas por ver las virtudes deportivas del
can. El perro entra a la cancha con los demás jugadores. El día es óptimo, la
gente grita, el perro levanta la cabeza orgulloso. La primera pelota se acerca a él y de inmediato empieza a pasar a todos los jugadores de River. Mete el
primer gol y todos los hinchas enloquecen de alegría. Sacan de nuevo. Esta vez,
por un descuido de la defensa xeneize, el partido queda empatado. El perro
retoma la iniciativa y no da tregua ni espacio al equipo visitante para organizar una nueva
ofensiva. Los goles no faltan. Llega el final del partido. La
gente invade el campo de juego. El resultado: cuatro a uno. Una impecable
victoria que sienta un precedente. La primera hazaña del perro maravilla y sus
botines mágicos.
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