Había una vez, en una ciudad
maravillosa, un elefante llamado mantecoso. Era grande, celeste y con muchas
arrugas. Este elefante tenía un sueño muy especial: conocer la luna.
Todas las noches se sentaba en la cama y
miraba por la ventana esa gran esfera resplendente que alumbraba su habitación
todas las noches.
Una tarde, caminando por el parque, se
le apareció un hada y le dijo con una voz seria y mirándolo fijamente:
—Yo hare realidad tu sueño con una
condición. Tendrás que aceptar convertirte en queso.
—¡Oh, qué buena propuesta! Me
encantaría ir a la luna, pero tendría que pensarlo.
Después de unas horas de pensar y
pensar, el elefante se preguntó:
—¿Por qué querría el hada cumplir mi sueño? ¿Por qué lo haría sólo si yo me
dejo convertir en queso? ¿Será que quiere usarme como alimento para sus ratones,
o será que en verdad quiere hacerme feliz cumpliendo mi sueño?
Al día siguiente volvió al parque
llamando al hada para decirle que aceptaba su propuesta.
—¡Hada, hada, lo he pensado! ¡Quiero
viajar a la luna! ¡Ven, aparece nuevamente!
Al aparecer el hada, lo convirtió en
queso y saco unas cadenas atándolo de sus cuatro patas. El elefante llorando le
dijo:
—¡Eres una malvada! Sabía que no debía
confiar en alguien que no conozco.
Al terminar de decir esas palabras, el hada se
rió e hizo aparecer a todos sus ratones que estaban muertos de hambre porque no
habían comido en meses. Se lo llevaron al castillo del hada, que en realidad
era una bruja malvada. Ella tenía capturada al hada verdadera en un frasquito
donde no podía hacer magia.
Cuando llegan al castillo, los ratones dejan
al elefante ya convertido en queso en uno de los cuartos oscuros y fríos, donde
estaba el frasquito con el hada y un ratón que no había querido seguir a la
bruja con sus maldades de engañar a todo aquel que tenga un sueño.
Luego de una semana de hablar con el
ratón y el hada, el elefante ya los consideraba como amigos suyos. Les había
contado el sueño de viajar a la luna y como había llegado a ese lugar. Al llegar
a haber confianza entre ellos, el ratón le confesó:
—¡Mantecoso, debes salir lo antes posible
de aquí, al pasar las tres semanas la bruja traerá a todos sus ratones muertos
de hambre a que vengan y te coman!
—Debemos idear un plan de escape pero
para lograr salir los tres no solo yo. No los dejaré aquí con esta bruja
malvada, quien sabe que les hará a ustedes.— dijo Mantecoso asustado, pero
valientemente.
El ratón se subió donde estaba el
frasco y empezó a morder la tapa para liberar al hada. Al salir pensaron en que
la bruja les abría la puerta una vez al día para que vayan a limpiar los cuartos.
Entonces, cuando quedaran solos dentro del cuarto, el hada los convertiría en
ratones iguales a los otros. En la puerta pondrían una caja invisible que
atraparía a la bruja y sus ratones cuando la abrieran, y que luego desaparecería
al instante.
Llegaron y una vez convertidos
empezaron a gritar:
—¡Se escaparon, se escaparon! ¡El
elefante, el hada y el otro ratón se escaparon!
La bruja y todos sus ratones malos
fueron corriendo y gritando por lo enojados que estaban hacia la habitación. Al
abrir la puerta la caja los atrapó y desapareció.
Mantecoso, el hada y el ratón saltaban por
la alegría de ser libres otra vez. Como agradecimiento al elefante por idear el plan, el hada decidió que lo
volvería a la normalidad y no de queso, y que
los tres viajarían a la luna.
Muy contento y agradecido, el elefante
cumplió su sueño. Logró viajar y conoció
la luna junto a sus dos nuevos amigos.
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