Esta
historia comienza en una escuela llamada Primaria Wesbter. En ese
establecimiento asisten muchos niños con un alto nivel intelectual. Allí pasan
muchas horas del día estudiando y realizando inventos científicos, ya que son
chicos muy aplicados.
Pero este relato
se trata sobre un invento muy especial que los alumnos de quinto grado crearon
para un proyecto de ciencias. Ellos se habían basado en uno de los útiles que
todos los salones tienen y en un comestible que a la mayoría de ellos les
gustaba. Se trataba de un pizarrón y un queso, aunque no sabían de qué forma combinar
esos dos elementos para crear algo nuevo que sorprendiera a todos en el
colegio.
Un día la
escuela organizó una excursión a una feria de ciencias y los chicos de quinto
aprovecharon para observar cómo poder hacer una buena combinación con esos dos
elementos para su proyecto. Vieron como dos profesores hacían fusiones entre
dos cosas totalmente diferentes y al unirlas surgían objetos útiles para la vida
cotidiana. Por ejemplo, una silla de algodón de azúcar. Muchos niños quedaron
encantados, porque tenía dos funciones: era muy cómoda y su sabor era delicioso.
Todos quisieron tener una de ellas en sus casas. Estas eran sillas muy
ingeniosas y sorprendentes. Entonces, los chicos pensaron que un pizarrón de
queso podría ser algo muy llamativo. Además, los chicos de otros colegios prestarían
mas atención a lo que el profesor copiase en él y que así todos los chicos del
mundo podrían ser más aplicados, como los niños de ese establecimiento.
El día de la
presentación de ciencias se acercaba y el pizarrón de queso todavía no estaba
terminado. Ni siquiera habían empezado a armarlo, sólo tenían cálculos,
ingredientes y una maquina que hacía queso de gran tamaño. La máquina
funcionaba conectada a una computadora especial, donde ellos escribían los
ingredientes del comestible y las características de cada objeto. Así, la
computadora transmitía a la máquina la información de los objetos que querían
mezclar, como por ejemplo el tamaño, la forma, etc. Cuando los chicos
terminaban de escribir todo y se pasaba esa información de la computadora a la
máquina, debían apretar un botón rojo y bajar una palanca. Se activaba la
maquina y así empezaba a crearse el nuevo objeto.
Los chicos
ya estaban preparados y muy emocionados. Querían sorprender a todos con su
invento y ser el primer grupo de niños del mundo entero en crear el pizarrón más
rico y llamativo. Cuando llegó el gran día, todos los alumnos mostraron sus
inventos, había de todo. Todos eran muy competitivos y sus creaciones científicas
eran muy buenas, pero el grupo de quinto no podía esperar para tener su turno para
demostrar que eran los mejores, los más inteligentes de todo el colegio.
El director de
la primaria indicó que quería ver el proyecto de quinto. Entonces lo pusieron en
funcionamiento. Primero explicaron los cálculos, luego le indicaron cómo cargar
los datos de cada objeto en la computadora especial y la transmisión de la información
a la maquina. Por último, al oprimir el botón y bajar la palanca, la maquina comenzó
a funcionar. Hacía ruidos muy extraños y era sorprendente como de a poco iba
saliendo de la gran maquina el pizarrón de queso que los chicos habían querido
crear. Todos los alumnos, los profesores y el personal rodearon la maquina,
viendo como el nuevo objeto de estudio se asomaba.
Finalmente,
cuando quedó completo, los alumnos de quinto fueron premiados por el director y
los profesores. Nadie podía creer lo que estaban viendo, y a todos les llamó la
atención. Muy pronto se dio a conocer mundialmente el proyecto de los alumnos
de Wesbter. Y tal como ellos lo habían imaginado, los alumnos de otras partes
del mundo se volvieron más aplicados e inteligentes.
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